martes, 22 de octubre de 2013

¿Qué tienes por dentro?

Buscaré tu jaula a tientas 
pa' que otra vez me mientas 
y digas que no hay carbón 
que manche mi almohada, 
que el alma me chilla, 
que salen astillas de mi corazón. 
Sube conmigo a la acera, 
verás la tiritera que da de ver el color 
que dan a la tierra los hijos de perra 
que pintan de oscuro todo corazón 
que se atreva a latir 
y quieren derribar el tronco 
de ruiseñores roncos 
donde vivimos tú y yo



¿Qué hay? Sólo vísceras, huesos y músculo. En teoría sólo es eso lo que hay detrás de la piel. Pero de dentro, de lo más profundo de cada uno, va creciendo una pequeña bola que no deja de producir chispas. Hace daño, las chispas se convierten en ganas de llorar y revuelven todo por dentro. Las tripas ocupan el sitio del corazón, el corazón ocupa el sitio de la cabeza, y la cabeza... la cabeza desaparece de la ecuación sin intenciones de volver a tomar las riendas, todo se descontrola y te dejas llevar por la corriente. Quieres frenarlo,sabes que duele, eres capaz de reconocer el dolor a kilómetros de distancia, pero no sabes que puedes hacer. Te sobrepasa. Simplemente quieres morir una vez más. Otro día horrible.

Te dejas hacer, te dejas llevar. Dejas que todo tu interior se ponga patas arriba y te quedas inmóvil, sólo lloras sin saber muy bien por qué, ya que, lo único que sabes es que no entiendes absolutamente nada.

Quieres entender, pero resulta absurdo... la bola de chispas se descontrola y sientes como estalla desde el estómago, te quema y te consume.

Justo en ese instante, encuentras la solución a lo que ocurre. Es triste y decepcionante, pero es el gran motor que ha movido todo el kaos: las expectativas.

¡¿Cómo no me dí cuenta antes?! Es una solución bastante "catastrofista", pero solución al fin y al cabo, que por cierto, viene de quien menos esperas.

Seguramente, sea por eso, que un fin de semana tras otro, tratas de destruirte por dentro. Lo más eficaz sería comenzar a darse golpes en la cabeza, así, aprovechado el desorden, se destruya el corazón.

A fin de cuentas, el corazón sólo sirve para sufrir, es lo más parecido al apéndice.

Hay veces que...

Ayer puse el sol a remojo,
quise volver a ser el perro verde,
hoy tengo los ojitos rojos,
estuve bailando con la mala suerte,
le he contado mi vida entera
brindándole al aire mi voz cazallera,
bailé en su vestido borracho de pena,
me bebí la razón, me fumé el corazón,
y no volveré a verte,
no pude juntar el agua con aceite


Hay veces que las cosas cobran una forma que no queremos... aunque no queramos, están ahí. Puede ser doloroso, disgustarnos, entristecernos... pero están ahí. Hay cosas que escapan a nuestro campo de acción y no las podemos controlar... pero continúan ahí. 

Eso me desespera. Esas situaciones que no se pueden cambiar. Resulta decepcionante el momento en el que asimilas que hay cosas que continuarán como están. 

Hay veces que el mundo parece girar más rápido de lo normal, tal vez sea sólo una cuestión de percepción o tal vez sea que la energía nos desborde y el tiempo se nos quede corto, o tal vez que los problemas broten sin avisar y nos pillen desprevenidos, dejándonos sin capacidad de reacción y tal vez, sólo tal vez, por esto nos quedemos paralizados y el mundo continúe siguiendo su curso sin tenernos en cuenta durante el transcurso de la vida cotidiana.

Hay veces que te miras frente a un espejo y no sabes quién está obsevándote con esa cara de incomprensión. Es impepinable el hecho de que estamos sometidos a un continuo cambio y resulta obvio pensar que hoy no somos la misma persona que ayer, ni la misma que seremos mañana. Tal vez, sea por eso que si nos sometemos en la aborágine de la vida sin freno no tengamos tiempo para contemplarnos y comprender que al otro lado del espejo no hay un desconocido. Son cuestiones duras que debemos aceptar.

Tal vez no sea cuestión de preguntarse quiénes somos, si no... qué queremos, qué no queremos, qué nos gusta, qué no nos gusta, qué tenemos, dónde queremos ir y cómo queremos encontrarnos. Tal vez, sea cuestión de juntar todas esas piezas y preguntarse cómo pegarlas para que encajen.

Parece tener sentido, si tenemos en cuenta que estamos en medio de una corriente dinámica que nos aporta y transforma a cada instante, que nos ayuda a aprender y a saber y lo más importante, nos enseña a pensar. Sí. Parece lógico pensarlo así si asumimos que mañana seremos alguien un poco diferente, tal vez más maduro o tal vez un poco más loco.